jueves, 3 de enero de 2008

El "Maine" después de 110 años.

Nos encontramos en los últimos años del siglo XIX. Año 1898, fecha en la que España reconocería obligadamente su decadencia.

Al otro lado del Atlántico, en La Habana (Cuba), llegaba el 25 de enero de 1898 el acorazado de segunda clase "Maine" con el pretexto de defender los intereses de los residentes norteamericanos en la isla. Aunque este hecho no gusto mucho a los españoles de Cuba, estos acogieron a los recién llegados con toda cortesía. Sin embargo, el 15 de febrero del mismo año ocurrió un hecho que cambiaría el rumbo del desgastado imperio español.

A las 09:40 pm, una explosión se daba lugar en la bahía de La Habana. El Maine se hundía llevándose consigo 256 almas (254 marineros y 2 oficiales). El resto de la tripulación se encontraba en una fiesta que los españoles les habían organizado, 99 oficiales por tanto fueron los sobrevivientes y de entre ellos el capitán Charles Dwight Sigsbee.

Inmediatamente a este hecho la prensa amarilla de ambos bandos culpabilizan al contrario. Por un lado, la prensa estadounidense afirma que los españoles han sido los que han causado la explosión. Y por otro, la prensa española -influenciada por la oligarquía de antaño que veían amenazadas sus intereses en la isla- afirmaba que era necesario declarar la guerra a los EE.UU.

Fue así como España perdió definitivamente su influencia en el mundo. La guerra contra EE.UU. provocó la perdida de sus últimas colonias y la caída de la moral de los españoles como superpotencia.

Hoy día sigue habiendo controversia y polémica sobre este asunto. Aún existen aquellos que piensan que fueron los españoles los que hundieron el Maine y otros que consideran que fueron los propios americanos los que hundieron el acorazado con el fin de entrar en guerra con España.

De ser esto último cierto, como actualmente se esta demostrando -en vista de los documentos desclasificados por el gobierno de los Estados Unidos- sería lamentable y a la vez horrible como una nación puede acabar con las vidas de inocentes (sus propios ciudadanos), sólo por conseguir fines económicos e influencia hegemónica.

por David Domínguez.

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